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domingo, 17 de julio de 2011

MIENTRAS NO TENGAMOS ROSTRO


Hoy Jack está obligado a viajar al pasado, a aquella etapa adolescente donde el miedo no existía, donde siempre era el dueño de la situación y donde sus actos no tendrían consecuencias mientras no tuvieran rostro y quedaran en el anonimato. Lo que no sabía Jack es que aquella fatídica noche dejaría de ser el joven inmortal que se creía cuando la adrenalina le corría por sus venas y que ese recuerdo le perseguiría el resto de su vida.

Habrían de pasar varios meses para que Jack  pudiera olvidar levemente aquella noche de verano. Hoy vuelve a repasar aquellas imágenes que tanto le atormentaron desde un ángulo diferente a las que almacena su memoria. La piedra que arrojó con sus propias manos desde aquel puente cuando era sólo un adolescente vuelve a precipitarse al vacío a través de las imágenes de un difuso vídeo. Siente de nuevo el impacto de la piedra contra un coche, que nunca debió pasar por allí,  y completa su memoria con imágenes que jamás llegó a albergar  porque el pánico le hizo huir de aquella escena. Ha dedicado mucho esfuerzo a desintegrar esa piedra en su cabeza y borrar el sentimiento de culpabilidad de aquel accidente, pero hoy Jack vuelve a ser el mismo adolescente que arrojó aquella roca sintiendo la necesidad que tuvo en su día, escapar cobardemente del mismo escenario. Jack nota cómo su respiración se acelera, no recuerda a ninguno de sus amigos grabando la escena, sin embargo, ahí está la prueba del delito reproduciéndose en la pantalla de su portátil.

Eleanor Watson era conocida en todo Creekville por su bondad. La noche en la que el coche de Eleanor se salió de la calzada chocando trágicamente contra uno de los muros del puente viejo, fue uno de los días más tristes de Creekville. Todos y cada uno de los habitantes tenían un recuerdo especial de Eleanor, todos, en algún momento de su vida, fueron sorprendidos por esa amabilidad desinteresada que le caracterizaba. Después de realizar algunas investigaciones sobre el accidente, se llegó a la conclusión de que una roca se había desprendido del puente y la mala suerte hizo que impactara con el coche. Eleanor perdió el control y se estrelló contra el muro.

Con su mano temblorosa, Jack consigue apagar el portátil. La muerte de Eleanor Watson se instala como un virus de nuevo en su cabeza. Jack intenta calmarse repasando cada una de las imágenes que el vídeo muestra del accidente. Ese vídeo no prueba que él lanzara esa piedra desde el puente. Jack repite en voz alta lo mismo que le dijo a sus amigos, aquellos que compartieron con él aquella noche. “Nadie nos ha visto, así que mientras no tengamos rostro, nadie podrá culparnos”, y así sellaron aquel pacto de silencio, conscientes de que su amistad ya no sería la misma. A pesar de todos esos razonamientos tranquilizadores, aquella noche Jack no consiguió conciliar el sueño. El video se proyectó indefinidamente en su cabeza hasta que los primeros rayos de sol penetraron por su ventana.

Todos los días, a la misma hora, Jack recibe el vídeo acompañado del mismo mensaje: “Sé lo que hiciste, es hora de que pagues por ello”. Esas imágenes le acompañan desde el comienzo de su jornada, forman parte de su vida y, mientras se pregunta "¿Por qué ahora?", su obsesión por el accidente crece y Eleanor empieza a aparecer en algunos lugares, cruzando la calle, entrando en una tienda, subiendo a un autobús, sonriéndole desde el otro lado de la acera, incluso sentada a su lado cuando cena. Los días van pasando y el peso de la conciencia le va poco a poco minando. Eleanor ya  le sigue a todas partes, le habla, le llama y a veces le pide auxilio, ese que le negó en su día. Eleanor se acuesta en su cama, se arropa con sus mismas sábanas, a veces le aprieta, le ahoga  y él se despierta siempre con su grito acompañado del fuerte pitido de un claxon. El rostro de Jack ha sido desvelado y lo único que tiene claro es que, por mucho que corra, ya no podrá escapar de sus propios actos.

Alguien aprieta de nuevo el botón REC de una Panasonic enfocando el puente viejo. A través de la pantalla, Jack se convierte en protagonista de la película y se transforma en la piedra que un día arrojó por el puente. Rachel R. Watson cree que hoy se ha hecho justicia y guarda la cámara en su mochila maldiciendo aquella noche en la que su madre perdía la vida mientras el amor que ella sentía por Jack se transformaba en cenizas.

1 comentario:

  1. Qué sorpresa, Ana. Nunca pensé que fueras... Gracias por tu comentario en Bitácora de Frida. Te dejo aquí el mío, aunque podría haberlo dejado en cualquier otro relato porque todos son chulísimos. Mi favorito, el de Foster City.
    Un beso

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